Crítica de Rómulo Berruti

Conejo a la Cazadora

En la sala Cancha del Rojas, previo vinito de gentileza que luego nos harían pasar por somnífero –patraña que preocupó a más de uno- se presentó una performance de Seedy González Paz, artista multimediático. La propuesta es una excursión onírica de Divina Gloria, quien simula dormir bajos los efectos de alguna pócima mientras a su alrededor se suceden y enciman imágenes de slides, efectos de luces, gifs animados y acróbatas aéreos. Comparten su lecho varios conejos reales y ambienta una partitura más o menos ad hoc. Alex Pintus y Pablo Vega circulan como extrañas deidades en torno a la bella durmiente y los conejos, muy profesionales, no se escapan. El público, de pie, participa del juego con libertad para moverse también alrededor de la cama, comprobar que las proyecciones son bastante poco creativas y servirles a veces de pantalla.

Estas convocatorias tienen códigos propios y en general muy bien recibidos por los adictos, remiten a los antiguos happenings de la Minujin y Cía aunque con mucho menor rédito, sirven para pasar un rato divertido y muy poco más. Una performance no es una pieza teatral ni aspira a contar una historia. Pero requiere, eso sí, una dosis generosa de inventiva, audacia y cierto talento para generar una atmósfera. Todo eso, obvio, exige puesta. No la tiene Divina duerme. O es demasiado frágil y los sueños prometidos resultaron tan ficticios como el somnífero del vino.